Este año se publicó un informe en Estados Unidos que detalla cómo una epidemia creció silenciosamente en el país durante décadas: la soledad.
Los más afectados por esta tendencia son los jóvenes, cuyo tiempo con amigos se redujo en un 70% durante las pasadas dos décadas.
El problema no solo concierne a EE. UU., otras regiones del mundo, como América Latina, también están afectadas por la soledad. Por ejemplo, una encuesta de Ipsos realizada en 2020, en la que la empresa eligió al azar a cinco países latinoamericanos en los que entrevistó a más de 15.000 personas, reveló que en Brasil un 36% de los encuestados decía sentirse solo de cara al 2021, en Perú un 32%, en Chile esta cifra supuso un 30%, mientras que en México y Argentina un 25%.
La situación, que podría ser “devastadora”, está asociada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, demencia, accidentes cerebrovasculares, depresión, ansiedad y muerte prematura.
Aunque expertos afirman que la pandemia pudo haber tenido un enorme impacto en el sentido de soledad, por el aislamiento que requirió la enfermedad, es algo que comenzó mucho antes, que se relaciona con el desarrollo de la tecnología.
Las personas no tienen suficiente tiempo para dedicarse a la interacción social. Y, por otro lado, también sienten que la interacción social en sí misma es una pérdida de tiempo, así que no la priorizan. Muchos se sienten culpables por no hacer nada, por pasar tiempo con alguien o simplemente estar en presencia de otras personas.
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