Una inusual tormenta de final del verano convirtió el festival contracultural Burning Man en un lío en el que decenas de miles de personas terminaron varadas por el lodo y sin retretes funcionales en el desierto de Nevada. Pero algunos de ellos dijeron el domingo que seguían de buen ánimo.
Los organizadores cerraron el paso a vehículos después de que se reportó un fallecimiento. Las autoridades no dieron a conocer detalles sobre esa muerte.
El encuentro anual de una semana de duración en el desierto de Black Rock, ubicado a unos 177 kilómetros (110 millas) al norte de Reno, atrae a casi 80.000 artistas, músicos y activistas para una mezcla de campamentos en la naturaleza y presentaciones artísticas. Las interrupciones forman parte de la historia reciente del evento: los organizadores tuvieron que suspender temporalmente las entradas en 2018 debido a tormentas de arena, y fue cancelado por completo dos veces durante la pandemia de COVID-19.
“Estamos un poco sucios y lodosos, pero tenemos alto el ánimo. La fiesta sigue”, dijo Scott London, un fotógrafo del sur de California que agregó que las limitaciones de viaje ofrecieron “una perspectiva del Burning Man que muchos de nosotros no tenemos oportunidad de ver”.
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