Estamos en las primeras etapas, pero la OTAN ya comenzó a estudiar la posibilidad de crear un fondo de 100 mil millones de euros (en cinco años) para ayudar militarmente a Ucrania. O mejor dicho, es la propuesta presentada por su secretario general, Jens Stoltenberg, la que abre la carrera hacia la cumbre de Washington en julio.
Los 32 aliados tendrán que examinarla ahora. Pero eso no es todo. También existe la idea de desviar parte de sus tareas del formato Ramstein -liderado por Estados Unidos y con sede en el Pentágono- y trasladar la sede a Bruselas, al cuartel general de Mons.
“El motivo es proteger a Kiev de los cambios políticos”, señaló una fuente aliada, principalmente, el posible regreso de Donald Trump.
Por supuesto, asignar gran parte de la coordinación de los suministros militares a la OTAN para la Alianza significa “cruzar el Rubicón” y potencialmente ser acusado por Vladimir Putin de tomar el camino de la escalada.
“De todos modos Putin distorsiona todo en favor de su narrativa, este paso no supondría ninguna diferencia”, comentó otra fuente aliada. Pero luego admitió: “Algunos aliados son cautelosos en este aspecto”.
El otro gran problema es el dinero. ¿De dónde vendrá? ¿Podrán tener en cuenta lo que los países individuales ya contribuyen bilateralmente? Las discusiones aquí apenas comienzan y los ministros de Asuntos Exteriores celebrarán una primera ronda de conversaciones mañana miércoles en Bruselas.
Una hipótesis es que se utilicen los porcentajes nacionales de contribución al presupuesto de la OTAN, otra es que se utilice una parte fija del PIB, en la línea de lo propuesto por los países bálticos.
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